lunes, 4 de octubre de 2010

Lo pequeño sigue siendo hermoso

Hace 37 años el economista y pensador católico Ernst Friedich Schumacher escribió “Lo pequeño es hermoso”, considerado uno de los libros más influyentes del pasado siglo. Hombre de profundas convicciones cristianas y al mismo reputado economista que asesoraba a gobiernos tanto occidentales como del tercer mundo, supo combinar lo mejor de la sabiduría y la religión tradicionales con su conocimiento del mundo moderno para crear una filosofía económica propia y diferente a todo lo visto hasta entonces. El subtítulo del libro, toda una declaración de intenciones, era “la economía como si las personas importasen”. Schumacher denunciaba, en particular, el carácter antihumano de un materialismo cientifista que paradógicamente tenía su origen en el autodenominado humanismo. La visión moderna de un hombre centrado exclusivamente en lo material, prescindiendo de su dimensión trascendental y por tanto de su alma, había creado un mundo mecaniscista y despiadado, en el que la pretensión de aislar al hombre de Dios no sólo no traía el paraíso a la Tierra, sino que condenaba a ésta a la autodestrucción a través del agotamiento de sus recursos. Su preocupación cristina por el medioambiente, que le valió la etiqueta de “eco-conservador”, parte de la crítica a la consideración tradicional de los recursos naturales como materia prima, sin tener en cuenta la restricción que supone el carácter limitado de los mismos. Para él todo bien natural, fruto de la Creación y a partir de cuya transformación el hombre puede manufacturar otros bienes (pero no crear a partir de la nada, algo que sólo puede hacer Dios), debe ser considerado como capital, es decir, como factor que contribuye, junto con el trabajo y la inventiva humanas, a la producción, pero que debe ser repuesto adecuadamente para impedir su agotamiento, pues éste habría de llevar al colapso del sistema productivo. Paralela a su preocupación ecológica, se encuentra su filosofía sobre la felicidad y el trabajo. Denunciando que el análisis económico se preocupe de la producción y del consumo de bienes y servicios antes que de los trabajadores y los consumidores, los seres humanos, propone una concepción del trabajo que fomente la creatividad y la autorealización del trabajador y un consumo responsable que atienda tanto a las necesidades materiales como a las espirituales. El otro gran tema de su libro, que inspira el título del mismo, es su crítica a la tendencia moderna hacia el gigantismo empresarial, derivada de lo que se considera una aplicación racional de las tecnologías para aprovechar las economías de escala. Schumacher contrapone a esta idea lo que el denomina como la “belleza de lo pequeño”. Las personas sólo podemos sentirnos a gusto en ambientes hechos a una escala humana. Cuando las estructuras se hacen demasiado grandes se vuelven impersonales y tienden a excluir y alienar al individuo, pues su creatividad, su libertad, su voz y su fuerza se vuelven diminutas ante la monstruosidad de la organización. Esta idea, que a todos nos puede resultar intuitiva y fácil de ver en nuestra vida diaria (pensemos por ejemplo en la sensación que nos producen un hospital o un centro comercial de enormes dimensiones), no encaja en la lógica racionalista preocupada exclusivamente por los números y la eficacia.

Schumacher asistió horrorizado a lo que sólo era el principio de una tendencia que se ha acentuado notablemente en nuestros días: la de sustituir a la familia por el individuo como partícula mínima de la que está compuesta la sociedad y por tanto como centro de su preocupación y atención. Para él las familias son los átomos de los que una sociedad sana debe estar compuesta, pues sólo en ellas se dan en estado puro las condiciones de autolimitación personal en beneficio de otros más débiles necesarias para la vida en sociedad. Una sociedad, como la que lamentablemente vamos configurando día tras día, basada en el hedonismo individualista, priva al individuo de la verdadera felicidad de carácter inmaterial que producen el amor y la familia, una felicidad que se intenta infructuosamente reemplazar con un consumismo ilimitado y de naturaleza insaciable, que al final se acaba traduciendo en más y mayor depredación de los recursos naturales.

Más de un tercio de siglo después de la publicación de “lo pequeño es hermoso”, el escritor británico Joseph Pearce (autor de varias y muy inspiradoras obras editadas en español como “Escritores conversos” y “Tolkien: hombre y mito”) rememora aquel clásico con su libro “Small is still beautiful” (“lo pequeño es aún hermoso”, pendiente de edición en español). Pearce, que se autoconvirtió al catolicismo en su juventud leyendo a Chesterton en la celda de una prisión, al contrario de Schumacher, no es economista por formación. Sin embargo, esto no tiene porqué resultar una desventaja, pues su aproximación desde el exterior le permite cuestionar aspectos dogmatizados dentro de la profesión y su lenguaje claro y su magnífico estilo como escritor suplen de sobra cualquier cuestión terminológica. Pearce rejuvenece las premisas e ideales del clásico de Schumacher actualizándolos para su aplicación en los problemas más acuciantes del mundo actual. La preocupación por la ecología sigue ocupando un lugar central, y tras las tres décadas transcurridas no se hace sino constatar lo preclaro y acertado de las ideas de Schumacher. El enfoque de Pearce, como indica el subtítulo “la economía como si las familias importasen”, pone mucho énfasis en la importancia de la institución familiar, tan atacada y denostada en la actualidad, y su natural e “ilógico” funcionamiento basado en el altruismo y el amor frente al modelo mecanicista de homo oeconomicus que trabaja y consume de manera racional atendiendo a los niveles de salarios y precios, y cuya satisfacción resulta directamente proporcional a su nivel de consumo. En la realidad, escribe Pearce, el consumo no provoca satisfacción sino a corto plazo, y pronto, cual droga, reclama de mayor consumo para volver a provocarnos temporalmente esa falsa sensación de felicidad que da el disfrute de lo material. El libro de Pearce insiste en la importancia de un tamaño adecuado para la tecnología y para la empresa. Muy didáctio e ilustrador resulta su ejemplo sobre las fábricas de cerveza en el Reino Unido. A principios de los años 70, un proceso de fusiones redujo el número de empresas del sector a tan sólo 7 grandes, cuya competencia vía precios les había llevado a una fabricación masiva, estandarizada y de peor calidad. La clásica cerveza ale prácticamente había desaparecido del mercado. Un movimiento asociativo de consumidores reclamando la cerveza tradicional británica suposo, no sólo la aparición de mulititud de pequeños fabricantes dispuesto a hacer ale al estilo clásico, sino que los grandes productores readapataran también sus procedimientos para dar mayor diversidad y calidad a sus clientes. La aparición de gran número de pequeñas marcas aportó al consumidor mayores posibilidades de elección y revivió un sector que prácticamente había sucumbido al imperio de las economías de escala y la estandarización. Quizá la parte más controvertida del libro, al menos para el lector de formación económica, sea aquella en la que critica con dureza el “libre mercado” y en ocasiones la propia economía como materia de estudio. Si bien es fácil de estar de acuerdo con sus comentarios contra los excesos del laissez-faire y la miopía de los que creen fanáticamente en ajustes milagrosos (lo que el llama síndrome de Micawber, el personaje de Dickens que siempre confiaba su suerte a la providencia), no parece que las soluciones a los problemas del mundo moderno deban pasar por la instauración de nuevos barreras al comercio o la disolución de las asociaciones comerciales de países o de la zona Euro. Sí que resulta plausible en nuestra opinión la idea de que cuando ese libre comercio se da entre países de muy diferente nivel económico (por ejemplo entre Europa o Estados Unidos y China) se producen multitud de efectos perniciosos, pero desde nuestro modesto punto de vista, como en la teoría de los vasos comunicantes, los efectos son más bien negativos para los países más desarrollados y en buena parte positivos para los menos, si bien Pearce insiste en que los efectos son siempre negativos para ambos. En definitiva, el libro es un excelente compendio de ideas para los que busquen un enfoque humano y cristiano para los problemas económicos, así como para los que, desde una formación económica convencional, estén dispuestos a acercarse al mismo desde una visión no dogmática de la economía.

4 comentarios:

  1. No conocía el personaje, voy a hacerme con el libro en seguida. Parece sorprendente que alguien que defendiera postulados distributistas ocupara puestos de tanta influencia en pleno siglo XX, ¿verdad?

    Es muy de agradecer el esfuerzo que está llevando a cabo desarrollando el tema del distributismo en la blogosfera española, que ya hacía falta.

    Un saludo, y ánimo.

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  2. Saludos "Firmus et Rusticus", gracias por pasarte, curiosamente acababa de echar un ojo a tu blog tras ver tu perfil en distributist review (supongo que tú habrás encontrado este por el mismo camino) y me parece genial y me alegra mucho que los puntos de vista tradicionalistas y distributistas (que viene a ser una especie de "tradicionalismo económico") vayan ganando espacio en la red.
    Schumacher era un economista de gran prestigio, discípulo de Keynes, que influyó para que no fuera a prisión(como alemán) en la segunda guerra mundial. Fue después de ser un prestigioso académico y profesional cuando se produjo su paulatina conversión al catolicismo, además una conversión "deductiva", de las buenas, del que siente llevado a la fe por el uso de la razón.
    Modestamente te recomendaría el siguiente libro de Joseph Pierce: "Escritores Conversos", es un punto de partida genial para conocer a gran cantidad de autores distributistas y está escrito en un estilo muy ameno. La conversión del mismo Joseph Pierce es también una historia que vale la pena y se puede encontrar fácil por internet.
    Saludos cordiales.

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  3. Hola!
    Mira, he leido "La restauracion de la propiedad" de Belloc
    "El hombre comun" de Chesteron
    ¿Que otro libro sobre distributismo tienen estos autores?
    Gracias, saludos!

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  4. Hola, muchas gracias por pasarte y perdón por el retraso en contestar. Se suelen considerar básicos del distributismo inglés "El estado servil" de Belloc y "Lo que está mal en el mundo" más "Los límites de la cordura" de Chesterton. Luego, de Schumacher, años 60, "Lo pequeño es hermoso", referido en el artículo. Gracias y saludos cordiales.

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