Schumacher asistió horrorizado a lo que sólo era el principio de una tendencia que se ha acentuado notablemente en nuestros días: la de sustituir a la familia por el individuo como partícula mínima de la que está compuesta la sociedad y por tanto como centro de su preocupación y atención. Para él las familias son los átomos de los que una sociedad sana debe estar compuesta, pues sólo en ellas se dan en estado puro las condiciones de autolimitación personal en beneficio de otros más débiles necesarias para la vida en sociedad. Una sociedad, como la que lamentablemente vamos configurando día tras día, basada en el hedonismo individualista, priva al individuo de la verdadera felicidad de carácter inmaterial que producen el amor y la familia, una felicidad que se intenta infructuosamente reemplazar con un consumismo ilimitado y de naturaleza insaciable, que al final se acaba traduciendo en más y mayor depredación de los recursos naturales.
Más de un tercio de siglo después de la publicación de “lo pequeño es hermoso”, el escritor británico Joseph Pearce (autor de varias y muy inspiradoras obras editadas en español como “Escritores conversos” y “Tolkien: hombre y mito”) rememora aquel clásico con su libro “Small is still beautiful” (“lo pequeño es aún hermoso”, pendiente de edición en español). Pearce, que se autoconvirtió al catolicismo en su juventud leyendo a Chesterton en la celda de una prisión, al contrario de Schumacher, no es economista por formación. Sin embargo, esto no tiene porqué resultar una desventaja, pues su aproximación desde el exterior le permite cuestionar aspectos dogmatizados dentro de la profesión y su lenguaje claro y su magnífico estilo como escritor suplen de sobra cualquier cuestión terminológica. Pearce rejuvenece las premisas e ideales del clásico de Schumacher actualizándolos para su aplicación en los problemas más acuciantes del mundo actual. La preocupación por la ecología sigue ocupando un lugar central, y tras las tres décadas transcurridas no se hace sino constatar lo preclaro y acertado de las ideas de Schumacher. El enfoque de Pearce, como indica el subtítulo “la economía como si las familias importasen”, pone mucho énfasis en la importancia de la institución familiar, tan atacada y denostada en la actualidad, y su natural e “ilógico” funcionamiento basado en el altruismo y el amor frente al modelo mecanicista de homo oeconomicus que trabaja y consume de manera racional atendiendo a los niveles de salarios y precios, y cuya satisfacción resulta directamente proporcional a su nivel de consumo. En la realidad, escribe Pearce, el consumo no provoca satisfacción sino a corto plazo, y pronto, cual droga, reclama de mayor consumo para volver a provocarnos temporalmente esa falsa sensación de felicidad que da el disfrute de lo material. El libro de Pearce insiste en la importancia de un tamaño adecuado para la tecnología y para la empresa. Muy didáctio e ilustrador resulta su ejemplo sobre las fábricas de cerveza en el Reino Unido. A principios de los años 70, un proceso de fusiones redujo el número de empresas del sector a tan sólo 7 grandes, cuya competencia vía precios les había llevado a una fabricación masiva, estandarizada y de peor calidad. La clásica cerveza ale prácticamente había desaparecido del mercado. Un movimiento asociativo de consumidores reclamando la cerveza tradicional británica suposo, no sólo la aparición de mulititud de pequeños fabricantes dispuesto a hacer ale al estilo clásico, sino que los grandes productores readapataran también sus procedimientos para dar mayor diversidad y calidad a sus clientes. La aparición de gran número de pequeñas marcas aportó al consumidor mayores posibilidades de elección y revivió un sector que prácticamente había sucumbido al imperio de las economías de escala y la estandarización. Quizá la parte más controvertida del libro, al menos para el lector de formación económica, sea aquella en la que critica con dureza el “libre mercado” y en ocasiones la propia economía como materia de estudio. Si bien es fácil de estar de acuerdo con sus comentarios contra los excesos del laissez-faire y la miopía de los que creen fanáticamente en ajustes milagrosos (lo que el llama síndrome de Micawber, el personaje de Dickens que siempre confiaba su suerte a la providencia), no parece que las soluciones a los problemas del mundo moderno deban pasar por la instauración de nuevos barreras al comercio o la disolución de las asociaciones comerciales de países o de la zona Euro. Sí que resulta plausible en nuestra opinión la idea de que cuando ese libre comercio se da entre países de muy diferente nivel económico (por ejemplo entre Europa o Estados Unidos y China) se producen multitud de efectos perniciosos, pero desde nuestro modesto punto de vista, como en la teoría de los vasos comunicantes, los efectos son más bien negativos para los países más desarrollados y en buena parte positivos para los menos, si bien Pearce insiste en que los efectos son siempre negativos para ambos. En definitiva, el libro es un excelente compendio de ideas para los que busquen un enfoque humano y cristiano para los problemas económicos, así como para los que, desde una formación económica convencional, estén dispuestos a acercarse al mismo desde una visión no dogmática de la economía.
No conocía el personaje, voy a hacerme con el libro en seguida. Parece sorprendente que alguien que defendiera postulados distributistas ocupara puestos de tanta influencia en pleno siglo XX, ¿verdad?
ResponderEliminarEs muy de agradecer el esfuerzo que está llevando a cabo desarrollando el tema del distributismo en la blogosfera española, que ya hacía falta.
Un saludo, y ánimo.
Saludos "Firmus et Rusticus", gracias por pasarte, curiosamente acababa de echar un ojo a tu blog tras ver tu perfil en distributist review (supongo que tú habrás encontrado este por el mismo camino) y me parece genial y me alegra mucho que los puntos de vista tradicionalistas y distributistas (que viene a ser una especie de "tradicionalismo económico") vayan ganando espacio en la red.
ResponderEliminarSchumacher era un economista de gran prestigio, discípulo de Keynes, que influyó para que no fuera a prisión(como alemán) en la segunda guerra mundial. Fue después de ser un prestigioso académico y profesional cuando se produjo su paulatina conversión al catolicismo, además una conversión "deductiva", de las buenas, del que siente llevado a la fe por el uso de la razón.
Modestamente te recomendaría el siguiente libro de Joseph Pierce: "Escritores Conversos", es un punto de partida genial para conocer a gran cantidad de autores distributistas y está escrito en un estilo muy ameno. La conversión del mismo Joseph Pierce es también una historia que vale la pena y se puede encontrar fácil por internet.
Saludos cordiales.
Hola!
ResponderEliminarMira, he leido "La restauracion de la propiedad" de Belloc
"El hombre comun" de Chesteron
¿Que otro libro sobre distributismo tienen estos autores?
Gracias, saludos!
Hola, muchas gracias por pasarte y perdón por el retraso en contestar. Se suelen considerar básicos del distributismo inglés "El estado servil" de Belloc y "Lo que está mal en el mundo" más "Los límites de la cordura" de Chesterton. Luego, de Schumacher, años 60, "Lo pequeño es hermoso", referido en el artículo. Gracias y saludos cordiales.
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